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Empoderamiento

Unión, apoyo y arte: la vía hacia el empoderamiento

20 de mayo del 2019

Después de una desaparición además del dolor y la incertidumbre queda la denuncia y el deseo de que el gobierno responda, busque y encuentre la verdad, pero esto no siempre sucede y es entonces cuando las víctimas deben decidir entre quedarse esperando que las cosas se solucionen o buscar por si mismos la verdad y exigir su reparación.

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“Un miedo individual te paraliza, pero un miedo colectivo te hace fuerte” Amparo Mejía.

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Orlinda Mesa, foto tomada por Juliana Echeverry

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Amparo Mejía, foto Sofía de la Rosa

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Luz Mery Velásquez, foto tomada por Sofía de la Rosa

Denunciar es el primer paso, pero no todo el mundo lo hace, por miedo, por negación, porque no es fácil explicar que un esposo ha desapareció y probablemente esté muerto y no de viaje o con otra mujer como suelen creer. Otros se sienten menos como víctimas y esto los lleva a la negación o a callar. En algunos casos aunque las personas quieren actuar desconocen lo que se debe hacer al respecto. Pero el hecho ocurrió y solo hay dos formas de reaccionar "las respuestas morales no se reducen a “perdón” o “resentimiento y deseo de venganza”, entendidas como actitudes y sentimientos morales que se excluyen entre sí", dice Liliana Molina en su texto La dimensión social del perdón y la posibilidad de reinterpretarlo como un proceso de reconciliación con el daño.

 

 

 

Empoderarse significa trascender y convertirse en un actor de cambio, hablar de lo que pasó, volver a confiar en el otro. Para ayudar es necesario recibir apoyo primero, entender que hay muchos otros afectados por lo mismo, algo que exige de una mirada más integral de la situación. En Medellín hay más de 25 organizaciones sobre desaparición forzada por medio de las cuales las personas se reúnen, hablan, se escuchan, realizan talleres, dialogan y exigen al gobierno cambios necesarios para la no repetición y su indemnización.

 

Existen muchas historias de victimas que a pesar de tenerlo todo en contra y de tener más posibilidades de no lograr nada consiguen empoderarse, Amparo Mejía, Luz Mery Velásquez y Orlinda Mesa son algunas de las mujeres víctimas empoderadas de Medellín.  

En Medellín hay más de 25 organizaciones que tratan la desaparición forzada.

Después de que el hermano de crianza de Amparo Mejía fue secuestrado por las FARC mientras prestaba servicio militar, ella intentó hacerse escuchar para aclarar que su familia no tenía dinero y suplicar que no mataran a su hermano, en esas se dio cuenta que de hecho 70 familias de la Comuna 6 fueron afectadas por el mismo fenómeno en aquella época y de esta forma entendió que la desaparición era mucho más común de lo que imaginaba. “Es así como empezamos a entender que aquí desaparecen personas a la vuelta de la esquina y nadie decía nada y a nadie le importaba” afirmó Amparo Mejía.

 

El 17 de marzo de 1999 se hace “La Marcha del No Más”, al llegar al sitio de encuentro Amparo se encontró con un centenar de mujeres a quienes les habían desaparecido sus seres queridos. De esta forma se comenzaron a agrupar las familias de militares, policías y todo tipo de personas desaparecidas y asesinadas. Ese mismo día reunidas frente a la Iglesia de la Candelaria decidieron llamarse “Madres de la Candelaria” quienes se reconocen como las hijas de “Las Madres de la Plaza de Mayo” de Argentina.

 

20 años después Las Madres de la Candelaria acompañan todo el proceso de la búsqueda de la verdad y la no repetición, además hacen talleres de entrenamiento a la no violencia y realizan acompañamiento psicosocial a víctimas. Este grupo de mujeres se convirtió en una organización con incidencia pública y política. Actualmente Amparo además de pertenecer a Las Madres de la Candelaria también hace parte de la Mesa Civil de Víctimas de Antioquia, la Mesa de Desaparición Forzada y Mesa de Derechos Humanos de Medellín organizaciones por medio de las cuales ella busca la no repetición y ayudar a otras víctimas. Ella sostiene que “Nuestra experiencia, nuestro dolor, nuestro cuerpo tiene que ser la voz para evitar que las generaciones venideras puedan romper esa cadena de odio”.

Este grupo de mujeres se convirtió en una organización con incidencia pública y política.

En otro caso de empoderamiento tenemos a Luz Mery Velásquez quien hace parte de la asociación GenPren (Gente Emprendedora), es vocal  de la Mesa Departamental de Personas Desaparecidas, el Movimiento Nacional de Víctimas y es integrante del grupo de teatro Desde Adentro. Para ella la reparación viene de la mano del arte que es una herramienta para hacer memoria. Junto a sus compañeras Luz Mery usa el teatro para contar diferentes casos de desaparición como la historia de su marido Julian Emilio Cataño Cardona, ingeniero que trabajó para la constructora Odebrecth y desapareció después de reunirse con el paramilitar Roque Isaza, comandante paramilitar que se encargaba de recibir una “vacuna” de 30 millones de parte de la empresa.

 

El grupo teatral Desde Adentro tiene montajes como “Historia Fragmentos de una Misma Realidad”, en esta obra cada una de las actrices dio a conocer su caso, por ejemplo, la historia del asesinato del esposo de una de ellas a manos de un paramilitar. El victimario fue al entierro del hombre que posteriormente fue encontrado y le dijo a la mujer que todo había sido un error pues era otro el hombre al que debía matar.

 

El caso de empoderamiento de Luz Mery está completamente ligado al trabajo en grupo, pero principalmente al arte, pues en su práctica teatral ha ido consiguiendo sanar, dejar de un lado la victimización y comenzar a reconciliarse con los responsables de su dolor. Incluso ha tenido varios proyectos que ha desarrollado con paramilitares desmovilizados. “Tenemos que aprender a vivir en la diversidad y aceptar al otro, no es quererlo es aprender a convivir con ellos a esos es lo que se le llama reconciliación", afirma Luz Mery, igualmente Molina nos dice en su texto que "En algunos escenarios poder perdonar supone humanizar al ofensor,juzgarlo como ser humano falible, en lugar de demonizarlo; es decir, considerarlo moralmente".

 

“El problema de Colombia ha sido que no sabemos negociar, hay unos intereses que quieren la guerra. Yo no quiero la guerra, yo me he reunido con excombatientes de la AUC, hemos hecho las obras de teatro, hemos hecho los videos, nos hemos reunido con excombatientes de las FARC y nosotros les creemos cuando nos han dicho que no van a volver a disparar” expresa con firmeza Luz Mery.

"Tenemos que aprender a vivir en la diversidad ya ceptar al otro"

Igualmente tenemos a Orlinda Mesa, a quien uno de sus hijos fue asesinado en un caso de falso positivo al ser engañado por un amigo de la familia para visitar un pueblo. Orlinda no se dejó dominar por el dolor, solicitó ayuda psicosocial y fue a terapias para dejar atrás el doloroso pasado, el odio y el rencor producido por el asesinato de su hijo. Aquí el texto de Molina nos dice "podemos hablar del perdonar como un proceso que habría de ser respaldado por un acompañamiento psicosocial y por el reconocimiento social y político del daño sufrido".

 

En este momento Orlinda trabaja en el equipo de mediación del Museo Casa de la Memoria y dirige el costurero abierto de las mujeres pues tejer le da alegría y le ayuda a olvidarse de sus problemas. Una vez más estamos frente a un testimonio en donde el arte se une al empoderamiento, la reconciliación y en el caso de Orlinda a la construcción de memoria.

 

Orlinda ha estado en varios talleres de la memoria como el de Voces y Silencio en el 2019 donde estuvo escribiendo su historia y un cuento acerca de una mujer victima de violencia. En el programa La Vida que se Teje en el año 2003 en el que varias mujeres se reunieron y crearon piezas que se expusieron en la sala 3 del Museo Casa de la Memoria y en el Museo de Antioquia. Además Orlinda contribuyó con una pieza de su cuerpo embarazado en la que cuelga un cartel que dice “yo no parí hijos para la guerra" a una colección artística que estuvo en San Carlos, Sonsón, Argelia, El Retiro, Chocó e incluso en México y España.

Tejer le da alegría y le ayuda a olvidar sus problemas.

Rosa López en comparación a los demás casos no buscó el apoyo de otras víctimas ni organizaciones para sobrellevar la desaparición y pérdida de su esposo. Es un caso de resiliencia, pero no de empoderamiento, nunca tuvo esa oportunidad pues al quedar viuda con veintitantos años, con cuatro hijos y sin un trabajo, dedicó todas sus energías para cumplir su papel de madre cabeza de familia y sacarlos adelante. Rosa esperó el cuerpo de sus esposo y las respuestas de lo que pasó en silencio, con dolor, sin oportunidad de sanar esa tristeza algo que se nota tan solo al escuchar la forma en que relata su historia.

 

Como Luis Antonio Ramírez Zuluaga dijo, “Hay personas muy empoderadas, gente que ha optado por ocupar espacios de poder y tratan de hacer algo. Hay muchas organizaciones de víctimas y asociaciones”. En la desaparición forzada ante la negligencia del Estado en cosas tan fundamentales como el reconocimiento de que la persona fue desaparecida por un actor armado es tan complicado que las personas deben involucrarse de fondo para encontrar así sean los cuerpos de sus seres queridos.

Queremos dedicarle está canción a estas mujeres que están cambiando la ciudad y a todas esas personas que no son indiferentes como nuestros expertos  quienes tambien constribuyen a mejorar la ciudad.

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